jueves, 20 de junio de 2013

1. LA VIDA TRANSITORIA

Todos los días me levantaba temprano para ir a dar clases al Panamericano. Ese año había comenzado con 90 kilos menos. Cuando los muchacho me dijeron que no estaba tan gorda, Brenda, desesperada les explicó, --¡Que se divorció, idiotas! Y nos reímos. Prefería reírme del asunto. Había llorado mucho el fin de ciclo anterior y todas las vacaciones que implicaron un adaptarse a muchas cosas. Llegué lista con todo, tenía mejor humor, había retomado mi tesis para ya titularme, iba solo una vez por semana a terapia, ya podía hablar. Mi hija había entrado a la secundaria en una escuela en la misma colonia, la rutina con su padre era más estable y yo aprendía a hacer cosas que antes no sabía que podía. Como mi hija pasaba muchas tardes con su padre, yo me la pasaba sola en casa. Pasaba mucho tiempo en Internet, buscando... buscando muchas cosas, pero principalmente compañía. Había sido la cena de los veinte años de mi escuela. Había sido una experiencia sobrecogedora. Todos los compañeros con los que había crecido, eran ahora más sensatos. Todos habíamos experimentado ya situaciones difíciles en la vida, divorcios, muertes de padres, de hijos algunos, de familiares. Todo eso nos había acercado y nos reconocíamos como una familia. Había recuperado amigas, casi hermanas que me conocían mis locuras desde niña. Eso me daba mucha seguridad y solidaridad. También me había emocionado con un compañero que se había mostrado amable conmigo. Sobretodo buscaba correos de su parte.
         Ahora salía con mis amigas. Íbamos a cenar, a desayunar, a tomar café. En una de esas, Ana María me había preguntado, --¿Pero cómo vas a encontrar pareja si siempre estás con tu hija o con tu mamá? Buena pregunta. En la escuela solo había alumnos, los maestros eran invariablemente casados y algunos eran malos maridos, para colmo, otros eran más jóvenes, no era buen terreno. Tampoco que estuviera desesperada buscando, pero tampoco quería estar siempre sola metida en mi casa limpiando.
         Mis días en el Pana eran así: me levantaba, me bañaba, me iba a la escuela, daba mis clases, regresaba, comía con mi hija o la esperaba si se iba con su papá, en la tarde íbamos a terapia, ella con su doctora y yo con la mía, en días diferentes. Luego hacíamos cada quien su tarea: ella lo que le dejaban y yo preparaba clases y luego me ponía a leer para escribir para mi tesis. Veíamos la tele y nos dormíamos. Los fines de semana la pasábamos con mi madre. Nos invitaba a comer, nos invitaba a su casa, nos invitaba a ver películas. Nos absorbía mucho. Volví a ir a reuniones familiares, a Toluca, a cumpleaños, fiestas, sábados de verano. La vida retomaba su cauce.
         Un día me llamaron del TAE para ofrecerme 24 horas a la semana. Yo había sido la Coordinadora de Inglés en la prepa del Pana dos años y justo ese año mi Coordinación se volvía solo de nombre porque me habían el sueldo de coordinadora y me dieron solo 9 horas de clases. Ahora que contaba solo con mi salario, esta situación ya no me convenía, así que no lo pensé dos veces y fui a la entrevista. Después de varias quedamos que empezaba el 1º de marzo. Esa decisión afectó mi vida de muchos modos.
         El 14 de febrero fue viernes y los muchachos de 6to organizaron una kermesse para recolectar dinero para su graduación. Vendieron globos, flores, mensajes de amor y amistad, y luego, después de las tres o cuatro primeras horas comenzó la fiesta. Los muchachos pusieron mesas, pusieron la comida y empezó la venta. Había otros puestos de juegos y el más popular en estas fechas, el registro. Me dio mucha risa cuando Marco y Christopher me pidieron que me casara con ellos... ¡al mismo tiempo! Encantada acepté. Mis alumnos de 6to siempre bromeaban conmigo diciendo que yo era su novia y que un día se iban a casar conmigo. Solo uno parecía enfadado con la situación y me decía muy serio sin verme a los ojos, --Son unos irrespetuosos. Yo nunca le faltaría al respeto como ellos.--Dijo, todo rojo y apretando los puños. No supe qué pensar, todo era broma. Hasta me sentí mal. Me sentí una mujer fácil.  
El resto del mes pasó sin grandes complicaciones. El último día de febrero me despedí de ellos y lloré. En el tiempo que duré en esa escuela los había conocido desde que empezaron la prepa y no iba a estar para su graduación y habíamos forjado una buena amistad. Incluso había un grupo pequeño con quienes había salido a festejar el cumpleaños de mi hija, el de cada uno de ellos e incluso el mío en esos tres años. Sí, los iba a extrañar.
          Duré tres meses en el TAE, no me extrañó. Aunque los coordinadores me querían mucho, la dueña me aceptó mientras terminaba el año, me lo dijo claramente, --No me gustas, eres divorciada y protestante, pero los coordinadores insisten.-- Así que cuando en la oficina del contador me dieron mi finiquito con el pretexto absurdo que la planilla de alumnado se había reducido y por eso reducían al profesorado, tomé mi cheque y salí de ahí.
          Me dediqué a escribir mi tesis un rato. Fui a la biblioteca del parque, saqué mi credencial y me dediqué a sacar libros. Fue en esa pequeña biblioteca donde encontré la piedra angular de mi tesis, Babel de George Steiner. Libro que refrendaba tan seguido que estuve con él casi un año. También me dediqué a re-decorar. Pintamos la recámara de la hija. Fuimos a comprar latas de pintura rosas y moradas para evitar que la pintara de negro. Gracias a mi abuelo yo sabía elegir pintura, mezclarla, elegir brochas, masking tape, rodillos y pintar paredes. Le enseñé a mi hija y nos divertimos mucho pintando y adecuando la recámara que había sido de una niña, para hacerla de una adolescente.
Pero bueno, el dinero salía pero no entraba nada. Pronto me empezó a preocupar no tener trabajo para el próximo ciclo escolar. Buscaba en Internet, en el periódico, anotaba anuncios que veía en la calle y actualicé mi CV. Lo enviaba por Internet y cada vez que sonaba el teléfono corría con la esperanza de algo nuevo. En una ocasión que sonó el teléfono me contestó una voz que me sonaba familiar pero no ubicaba de quién era.
--¿Bueno?
--Hola.
--¿Quién habla?
--¿Ya no te acuerdas de mí? Qué mala onda.
La voz me sonaba, yo conocía esa voz muy bien, pero sonaba diferente de algún modo. Había algo raro. De repente pensando en voz alta y como descubriendo algo me escuché decir, --¿Ru-bén?
--Sí. ¿Cómo ya no te acuerdas de mí?
No, no me acordaba de su voz. Había recibido algunos mails de él. Habíamos chateado ocasionalmente cuando me conectaba y de repente se aparecía. Siempre decía cosas divertidas. Me hacía reír. Una vez, en una oficina que Gloria había rentado para poner su negocio, me conecté y como siempre tenía abierto el messenger, se apareció y empezamos a platicar. Me acuerdo que Gloria se molestó y desde entonces solo me conectaba desde mi casa en las noches. Lo que reconocía eran sus palabras, su estilo y su voz, pero su jovialidad era lo raro, por lo general era más serio. Era. Al parecer ya no. No nos quedamos mucho tiempo porque yo tenía que salir, pero me dejó de muy buen humor.
          Finalmente conseguí trabajo en un instituto de idiomas. Tenía que tomar un curso para aprender su método. Al cabo de tres semanas ya me daban grupo. La única ventaja era que podía elegir mi horario y había elegido el matutino y ya. Iba a adelgazar y a aprovechar mi tiempo al máximo para leer, escribir y por fin terminar mi tesis. Mi vida estaba encaminada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario