jueves, 9 de mayo de 2013

INTRODUCCIÓN

Me gusta pensar en el final como un par de enormes ojos cafés mirando tristemente desde la estación Sonora del Metrobús a una mujer con el sol resplandeciendo en los cabellos negros caminando hacia el Parque México alejándose definitivamente de él. Pero ese no fue el verdadero final. El verdadero final fue mucho más amargo y vulgar y por eso no lo mencionaré. Esta es mi historia y la cuento como quiero.
        No me importa cómo empezó, o mejor dicho, me da flojera pensar en todo el proceso, ni siquiera lo tengo registrado. Hay quienes dicen que empezó antes de que yo saliera. Para mí empezó mucho tiempo después... Empezó  mucho antes de que me diera cuenta. Tal vez mucho antes de que él se diera cuenta. Pero de repente estábamos atrapados en una especie de adicción a nuestras voces, a nuestras miradas, a nuestros silencios.
            La verdad no sé cómo empezó. De repente estaba inmersa en una adicción a su voz, a sus ojos, a su piel, a su nariz tres veces rota y a sus dientes raros. Pero sobre todo a sus palabras. Palabras que siempre acariciaban, que curaban, que tocaban el corazón con calor y alegría, que no me dejaban dormir por estarlas repitiendo en mi cabeza de noche, ya sea que las hubiera leído en el correo, en el MSN, en un mensaje en el celular o las hubiera escuchado directamente de sus labios, por teléfono o en persona.
            Nos volvimos adictos. No vivíamos sino para nosotros. Cuando estábamos juntos éramos felices, no existía esa competencia por dominar tan común en otras relaciones, no había atracciones que ocultar o pasiones que domesticar, simplemente surgió lo que surgió.

            Ya era un hábito chatear por MSN cuando una noche que veía Dr. House recibí un mensaje desesperado en mi celular, -¿No te vas a conectar?
Me conecté. Después de muchos rodeos escribió, -Qué bueno que te conectaste porque ya no aguantaba más las ganas de... ¿Ya escuchaste los discos de Sabina que te presté?
-¿Las ganas de qué?- pregunté extrañada. No había escuchado “Ganas de…” en Esta Boca es Mía de Joaquín Sabina, sino hubiera captado inmediatamente lo que quería decirme.
-Las ganas de decirte que te quiero. ¿Por qué no los has escuchado?
Cuando leí aquello me quedé congelada. Ya había pensado en la posibilidad de que aquel sentimiento estaba surgiendo entre nosotros, incluso lo había comentado con mi psicóloga, pero ambas lo habíamos descartado como una linda fantasía. Incluso ella me había aconsejado que lo confrontara y le preguntara, pero la simple idea de hacerlo y de que me dejara por pensamientos tan atrevidos me aterró, así que no lo hice. Y él, tan quitado de la pena me lo decía tan así, tan campante, tan tranquilo. Fue la primera vez que no tuve una respuesta inmediata. Me quedé pensando un rato. Finalmente teclée,
-¿En qué plan?
-Ah, pues en uno muy particular, pero mejor cambiemos de tema.
Definitivamente yo NO quería cambiar de tema, quería saber con exactitud qué pasaba entre nosotros. A qué se debía esa repentina necesidad de confesar algo que luego quería soslayar como una mosca volando, como un pensamiento atrevido al que hay que sacudirse antes de que se vuelva una realidad palpable.
-NO.-Contesté rotundamente. Estaba decidida a indagar en lo más profundo de nuestros corazones, él siempre me confrontaba y cuestionaba mis razonamientos, me hacía reflexionar sobre mis sentimientos, me recordaba mis motivaciones. Yo sabía que me había provocado un sentimiento que tenía muy olvidado, muy oculto y atemorizado en lo más recóndito de mí. Quería saber qué tan cierta era mi sospecha, quería matarme la agonía que representaba la duda de comprobar si era una fantasía o una realidad. Una realidad, lo que sea que eso sea.
-No te enojes.- Contestó él, siempre calmándome, relajándome.
-No me enojo.- Me tranquilicé, pero agregué, -Eso no se dice así nada más. Por eso quiero saber en qué plan.
- Lo sé. Pero no tiene caso indagar en el plan en el que sea, tú me dijiste que había que aceptar los cumplidos como vengan.
-No es lo mismo decir te ves bien, que te quiero. ¿No crees?
-Pero te quiero y eso no tiene porque influenciar otros aspectos.- Contestó sabiamente.
-Pues sí los afecta...- Contesté terca como siempre.
-Pues no debería.
-Por favor, sé claro, para que yo pueda ser clara. Y no te enojes.- Contesté suponiendo que se enojaba. A veces leer a la gente no es tan fácil como leer, entre líneas, un libro. Supuse muchas cosas de cómo escribía, creí leer tonos cuando no los había y eso es peligroso en cualquier relación, asumir sentimientos y pensamientos que simplemente no están ahí.
-No me enojo.- Contestó serenamente y demostrándome mi error de interpretación, -Hablemos claro si quieres, pero dime, ¿qué quieres saber?
-¿En qué plan me quieres? Just as easy as that. - ¿Por qué a los hombres les cuesta tanto trabajo expresar sus sentimientos? Les dan tantas vueltas.
-Lo que pasa es que tú esperas que lo clasifique con términos de "como amigos" o "como hermanos", pero no sabría decirte, me inspiras todo tipo de emociones, casi siempre tranquilidad, alegría, pero sobre todo te has vuelto de pronto en alguien con quien puedo pasar horas hablando o viendo…
-Igual, -contesté sorprendida. Estaba describiendo con sus palabras lo que yo sentía por él.
-Pero no creo que sea igual, sufro una especie de enamoramiento estimulante que me motiva, como te decía, esa sensación adictiva, como estar "drogado"…- continuó, describiéndolo todo exactamente como lo habría hecho yo misma. Por eso sólo acerté a repetir-, Pues es igual y me da miedo... para variar. Todo lo que se relacionaba con sentimientos que expongan al corazón me aterraba desde el divorcio.
-Por eso te digo que no tiene caso indagar, yo me la paso muy bien contigo y punto- concluyó del modo tan tranquilo como había comenzado. Pero ya había dicho lo que yo quería escuchar, o bueno, había escrito lo que yo quería leer de él hacia mí. Mis dudas habían desaparecido. Sí había una reciprocidad, no era una fantasía, mi intuición no me había fallado. Así que tranquila una vez más me limité a contestar,
-Ok, como quieras. ¿Qué hiciste hoy?
-Ja, que cortante. ¿En serio te cuento lo que hice hoy?

Y así me di cuenta que la historia ya había empezado.

 




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